El siglo quinto
A lo largo del siglo V, el Imperio Bizantino tenía otras preocupaciones además de las continuas amenazas de los bárbaros. Éste fue un período vital en la historia del cristianismo oriental. Durante algún tiempo en el pasado había habido rivalidad entre las grandes sedes de Alejandría y Antioquía; y Alejandría estaba todavía más celosa del nuevo patriarcado de Constantinopla al que se le había dado precedencia sobre ella en el Segundo Concilio Ecuménico (381). Las rivalidades que se manifestaron entre el patriarcado de Alejandría y el de Constantinopla en la primera mitad del siglo V, también pusieron en peligro la estabilidad del Imperio Bizantino. Estas rivalidades se pusieron de manifiesto en ciertas controversias que se dieron entre representantes de posturas teológicas divergentes e intereses políticos diferentes.
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Crisóstomo de Constantinopla vs. Teófilo de Alejandría
Juan, a quien se lo apodó Crisóstomo (boca de oro) por su extraordinaria elocuencia, llegó a ser patriarca de Constantinopla en 398. Inmediatamente se dedicó a la reforma de la corte corrupta, el clero y el pueblo de la ciudad. Su combinación de honestidad, ascetismo y falta de tacto muy pronto le crearon enemigos, incluyendo a la emperatriz Eudoxia, quien interpretó sus intentos de reforma como una censura contra ella. Las controversias que surgieron entre él y Teófilo de Alejandría casi resultaron en un cisma. Crisóstomo fue condenado en el Sínodo de Oak (403), acusado de veintinueve cargos, siendo los más importantes la acusación de origenismo (ser seguidor de la teología de Orígenes) y de declaraciones impropias respecto a la emperatriz. Algunos meses más tarde, fue exiliado a una región cercana a Antioquía y luego trasladado al Ponto. Su vida como ermita debilitó su salud, y finalmente fue asesinado al ser forzado a viajar a pie bajo condiciones climáticas severas. Su fama está fundada en su santidad personal, su habilidad como predicador y exegeta, y sus reformas litúrgicas.
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Nestorio de Constantinopla vs. Cirilo de Alejandría
El dilatado gobierno de Teodosio II (408–450) se vio plagado de dificultades internas alimentadas por las controversias religiosas que se suscitaron a raíz de la posición teológica adoptada por Nestorio (380–451). Este monje del monasterio de Euprepio cerca de Antioquía, famoso por su austeridad y elocuencia, llegó a ser patriarca de Constantinopla en 428, y sostenía una teología antioqueña. Era un hombre bien intencionado, pero carente de tacto, lo cual le ganó cierta impopularidad en su sede por atacar herejías que gozaban de cierta popularidad, como el culto a la Virgen María. Un capellán del emperador, Anastasio, había predicado contra el título de Theotokos (“Madre de Dios” o “Portadora de Dios”) dado popularmente a la Virgen. Nestorio lo apoyó señalando que sólo Dios puede ser llamado Theotokos y que María sólo fue la madre de la naturaleza humana de Jesús. Según él, el término podía implicar que el que nació de María no era humano sino sólo divino, lo cual era la doctrina herética de Apolinario. Nestorio sugirió que el término correcto era Christotokos, “Madre de Cristo.” Es probable que más tarde Nestorio haya cambiado su concepto sobre Theotokos, pero éste fue el centro de toda la controversia.
Cirilo, patriarca de Alejandría, protestó contra Nestorio en Roma, expresando la cristología alejandrina contra la tendencia humanizante de la cristología antioqueña, que sostenía Nestorio. Pero Cirilo no actuó por buenos motivos y utilizó métodos dudosos, ya que quería exaltar la sede de Alejandría a expensas de la de Constantinopla. Además, Cirilo tenía la ambición de llegar a ser el patriarca de la Iglesia de Oriente. Era un teólogo capaz y astuto, y jugó un papel muy importante en la formulación de la doctrina cristológica de la Iglesia. El emperador Teodosio II accedió al pedido de Nestorio de convocar a un concilio ecuménico, lo cual se efectivizó en 431 (Concilio de Éfeso). Cirilo se aprovechó de la demora de los delegados de Antioquía y se aseguró la condena de Nestorio, quien no quiso participar del concilio. La familia imperial y la sede romana tomaron partido a favor de Cirilo, y condenaron al nestorianismo por separar las dos naturalezas de Cristo. Cuando finalmente llegaron los antioqueños, hicieron un concilio aparte y condenaron a Cirilo. El emperador depuso a Nestorio y a Cirilo, pero luego restituyó al segundo a su patriarcado y al primero lo mandó al exilio. Incluso, algunos oponentes de Nestorio cayeron en el extremo de proponer la doctrina de una sola naturaleza en Cristo. Nestorio vivió en el desierto egipcio hasta su muerte (451).
Algunas traducciones siríacas de escritos de Nestorio revelan que no fue responsable personalmente de la herejía por la que fue condenado y que lleva su nombre. Más bien parece que Nestorio fue víctima de las palabras que se usaron en el debate y de su propio temperamento. Muy probablemente Nestorio no subscribiría lo que hoy conocemos como nestorianismo. Hay que entender que en esta controversia se utilizaban términos teológicos técnicos, no bien definidos todavía, lo cual generaba gran confusión y malas interpretaciones. Para poner fin al conflicto, el emperador Marciano convocó al Cuarto Concilio Ecuménico en Calcedonia (451). El emperador oriental estaba ansioso por mantener buenas las relaciones con Roma. Bajo la influencia del Papa León I el Grande y del emperador, el concilio condenó la doctrina de Eutiques y el monofisismo como herejía, junto con el nestorianismo. Los nestorianos fueron excomulgados y establecieron la Iglesia Nestoriana Siria que se expandió por todo Oriente.
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Flaviano de Constantinopla vs. Dióscoro de Alejandría
Cuando Cirilo murió en 444, fue sucedido por Dióscoro, que entró en disputa con Flaviano de Constantinopla por el poder en Oriente. El primero apoyó a Eutiques, un monje anciano e ignorante de un monasterio cercano a Constantinopla que enseñaba una cristología apolinarista. Eutiques partía de un concepto alejandrino extremo y se decía discípulo de Cirilo. En 448, Flaviano convocó a un sínodo en Constantinopla, que condenó al eutiquianismo como docetismo enmascarado. Pronto volvió a surgir la controversia y el emperador Teodosio II convocó a un sínodo en Éfeso (449), que fue presidido por Dióscoro apoyado por monjes egipcios. Mediante el uso de la violencia, Flaviano y sus seguidores fueron forzados a firmar los decretos del sínodo, que fue por ello calificado como “sínodo de ladrones” o “latrocinio de Éfeso.” Flaviano fue depuesto y murió poco después como resultado de las heridas recibidas en Éfeso. Esto produjo conmoción en toda la cristiandad. El Papa León I el Grande aprovechó para excomulgar a Dióscoro. El nuevo emperador, Marciano, convocó a un nuevo concilio ecuménico para terminar con el escándalo, concilio que se reunió en Calcedonia en 451, y que depuso a Dióscoro y lo desterró. Esto resultó en el alejamiento definitivo de los cristianos egipcios (coptos) que apoyaban a Dióscoro y que repudiaron la Definición de Calcedonia, sosteniendo una posición monofisita.
Con posterioridad a Calcedonia, los emperadores se ajustaron a las decisiones doctrinales de este concilio. El emperador Zenón intentó cambiar las cosas y buscar una fórmula intermedia de conciliación entre el monofisismo y la posición calcedónica con su Henotikon, un edicto de reunión promulgado en 482. El propósito del edicto era procurar ponerle fin al cisma, lo cual implicaba un gran riesgo político. El edicto enfatizaba las decisiones de Nicea (325) y Constantinopla (381), pero dejaba de lado las decisiones de Calcedonia (451) al utilizar un lenguaje vago, lo cual no satisfizo a nadie. La mayoría de los monofisitas en Oriente aceptaron el edicto, pero no fue así en Occidente. En lugar de producir unión el documento creó más discordia. Acacio, patriarca de Constantinopla lo apoyó y fue excomunicado por Félix III, obispo de Roma (484). Esta acción produjo un cisma entre Oriente y Occidente que duró hasta 518.
Henotikon: “Estamos convencidos de que la fuente y sostén de nuestra soberanía, su fortaleza y salvaguarda impenetrable, es esa única fe genuina y verdadera que, por la inspiración de Dios, fue publicada por los 318 santos Padres reunidos en Nicea, y confirmada por los 150 santos Padres que, de igual manera, se reunieron en el concilio en Constantinopla. Nosotros por tanto procuramos noche y día por todos los medios, por la oración, por los esfuerzos agotadores, por la legislación, promover en todas partes el incremento de la santa Iglesia Católica y Apostólica, la madre impoluta e inmortal de nuestro reino; que los laicos piadosos, permaneciendo en paz y armonía con las cosas divinas, puedan, con los obispos, los muy queridos amados de Dios, el clero más piadoso, los archimandritas y monjes, ofrecer aceptablemente su sacrificio en beneficio de nuestra soberanía. En la medida en que nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien fue encarnado y nacido de María, la Santa Virgen y portadora de Dios, apruebe y acepte con agrado nuestra adoración y servicio armoniosos, en esa medida el poder de nuestros enemigos será superado y disperso, y las bendiciones de la paz, del tiempo favorable y las cosechas abundantes, y todo lo que es para el beneficio del hombre, será libremente concedido sobre nosotros.”
El siguiente emperador, Anastasio, simpatizante del monofisismo, trató de mantener una posición intermedia entre ambas posturas a fin de resolver la confusión religiosa en el Imperio, sin sacrificar los intereses de una y otra parte. Eventualmente, anatematizó a los monofisitas en un intento por reconciliar a Roma con Constantinopla, y el problema quedó sin resolver.
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