El primer emperador pro-cristiano
-
El fin de la última y peor persecución
A comienzos del siglo IV, el mundo romano se encontraba sumido en una crisis profunda. Por un lado, Roma estaba en constante conflicto con su más encarnizado contrincante, el Imperio Persa en el Este. Por otro lado, continuaba el creciente ingreso de tribus germánicas por la frontera norte del Imperio. Además, la burocracia imperial no podía resolver problemas internos como la necesidad de mayores impuestos para mantener la maquinaria estatal, la creciente inflación, los conflictos sociales, la decadencia moral y el vacío espiritual y religioso. Para este tiempo, el movimiento cristiano estaba bien articulado y presentaba la red social más difundida y contenedora en todo el Imperio Romano. No es extraño, pues, que la persecución desatada por Diocleciano haya sido la peor de todas. Los cristianos ponían en vilo la unidad del Imperio al rehusarse a participar de la religión imperial. No obstante, tres eventos dramáticos señalaron el fin de la última gran persecución y ayudaron a cambiar la suerte del movimiento cristiano:
La huída de Constantino en 306. En 305, Diocleciano abdicó al trono imperial en el Este y lo mismo hizo Maximiano en el Oeste. Tal como estaba dispuesto, ocuparon su lugar los césares Galerio y Constancio Cloro. Éstos a su vez nombraron a nuevos césares: Maximino Daza en el Este y Severo en el Oeste. Siendo todavía César de Occidente, Constancio Cloro había ido a Galia y había dejado a su hijo Constantino al cuidado de Diocleciano. Cuando Galerio ocupó el trono imperial en el Este en el año 305, tomó como rehén a Constantino con miras a presionar a Constancio y adueñarse de todo el Imperio. En 306, Constantino decidió escapar de su cautiverio e ir con su padre, que para entonces ya era el emperador de Occidente. Constantino logró su cometido y después de cruzar toda Europa llegó por fin a Galia, pero su padre se había trasladado a Bretaña. Al llegar allí, Constantino se encontró con que su padre había muerto en York. El ejército de su padre entonces lo proclamó imperator, es decir, general. Por supuesto, Galerio se opuso a tal designación. El hijo de Galerio y recién designado césar del Este, Majencio, avanzó con sus tropas y se adueñó de Roma. El césar de Occidente, Severo, ante el giro inesperado de los acontecimientos políticos se suicidó. De este modo, Galerio y su hijo Majencio, ahora controlando Roma, eran el único poder en todo el Este, mientras que Constantino era el único gobernante en el Oeste, pero también con pretensiones de adueñarse de todo el Imperio.
El edicto de tolerancia de Galerio en 311. Galerio se estaba muriendo y tenía un miedo supersticioso a la muerte y al infierno. Lleno de culpa por haber perseguido a los cristianos y desesperado por la situación política decretó un edicto que concedía tolerancia a los cristianos a cambio de sus oraciones a Dios. El edicto de 311 dice: “Dado que un gran número de cristianos persiste todavía, nosotros con nuestra usual misericordia, hemos pensado correcto permitirles ser nuevamente cristianos, y tener sus reuniones religiosas. De modo que será deber de los cristianos, a causa de esta tolerancia, orar a Dios por nosotros, por el Estado, y por mí mismo.”65 En definitiva, al menos en la mitad oriental del Imperio, los cristianos sobrevivieron y triunfaron.
La batalla por Roma en 312. Constantino partió de Galia con su ejército y avanzó contra Majencio, que había quedado como el único amo en Italia. La victoria de Constantino contra sus opositores por la corona imperial en 312 fue el punto decisivo del futuro del cristianismo en todo el Imperio Romano, especialmente en Occidente. Eusebio de Cesarea dice que Constantino mismo contaba haber visto, la noche antes de la batalla decisiva en el puente Milvio sobre el río Tíber, una cruz resplandeciente en el cielo y sobre ella las palabras: “Con este signo vencerás.” Convencido del poder del Dios de los cristianos, se hizo hacer un nuevo estandarte en el que aparecían la cruz y las dos primeras letras del nombre “Cristo” en griego: C y R. Este símbolo se conoce con el nombre de lábaro de Constantino.
-
El triunfo de Constantino
Con este estandarte al frente de sus tropas, Constantino venció a Majencio, y con él pretendió salvar a su Imperio de la decadencia en que se encontraba. La decisión de Constantino fue más política que religiosa. Su necesidad mayor era lograr la unidad del Imperio, y con gran acierto vio en la fe cristiana la suficiente vitalidad y fuerza como para lograrlo. La lealtad política al emperador unida a la lealtad religiosa a una fe como el cristianismo podía resultar en la salvación de su Imperio. Habiendo fracasado en destruirlo, el Estado romano bajo el emperador Constantino, reconoció al cristianismo como religión lícita. El cristianismo, que hasta entonces había sido la religión de una minoría perseguida, pasó a ser la religión favorecida por el Estado.
Eusebio de Cesarea: “¡Cuán maravilloso es el poder de Cristo, que llamó a hombres oscuros y sin educación de su oficio de pescadores, y les hizo legisladores y maestros de la humanidad! ‘Os haré pescadores de hombres,’ dijo Cristo, ¡y qué bien ha cumplido él la promesa! Él dio poder a los apóstoles, de modo que lo que recibieron pudiera traducirse a todos los idiomas, civilizados y bárbaros; y pudiera ser leído y ponderado por todas las naciones, y la enseñanza pudiera ser recibida como la revelación de Dios.… Victorioso sobre dioses y héroes, Cristo sólo se está haciendo reconocer en toda región del mundo, por todos los pueblos, como el único Hijo de Dios.”
El cambio fue tremendo. De la noche a la mañana los cristianos se vieron honrados, tenidos en consideración, respetados, consultados y hasta obsequiados por los altos oficiales del Imperio y el emperador mismo. Constantino se mostró sumamente favorable al cristianismo y fue muy difícil para los líderes cristianos percibir su manejo político de esta situación.
Carta de Constantino a Eusebio: “Mucha gente se está uniendo a la iglesia en la ciudad que es llamada por mi nombre (Constantinopla). El número de iglesias debe ser aumentado. Te pido que ordenes cincuenta copias de las Sagradas Escrituras, escritas legiblemente sobre pergamino por copistas hábiles … tan pronto como sea posible. Tienes autorización para usar dos carros del gobierno para traerme los libros a los efectos de verlos. Envía a uno de tus diáconos con ellos, y yo pagaré por ellos generosamente. Dios te guarde, querido hermano.”
Para los cristianos, su situación legal dentro del Imperio tuvo un giro total. Si bien es dudoso que Constantino haya sido un cristiano auténtico, concedió muchos favores al cristianismo en Occidente. Entre ellos: (1) terminó con las persecuciones generales con el Edicto de Milán en el año 313; (2) destruyó los templos paganos; (3) incorporó a cristianos como funcionarios de su gobierno; (4) eximió a los cristianos del servicio militar; (5) eximió de impuestos a las iglesias; (6) hizo del día domingo un feriado civil.
Constantino llegó a ser el único emperador del Imperio Romano a partir de 323, después de derrotar a uno de sus opositores, Licinio. En el año 325 hizo una exhortación general para que todo el pueblo del Imperio se hiciera cristiano. Esta decisión influyó grandemente en Teodosio el Grande, quien comenzó a gobernar en 378, y en 380 colocó al cristianismo como religión oficial del Imperio Romano. El 28 de febrero de 380, en Tesalónica, Teodosio promulgó un edicto, que decía: “Todos nuestros pueblos deben adherirse a la fe transmitida a los romanos por el apóstol Pedro y profesada por el pontífice Dámaso y el obispo Pedro de Alejandría, es decir, reconocer la Santa Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.” El edicto continuaba estableciendo el crimen del sacrilegio, declaraba infames a quienes desobedecieran esta orden, y añadía: “¡Dios se vengará de ellos y nosotros también!”
De perseguidor, el Estado romano pasó a ser el mayor promotor de la fe cristiana. Ahora la Iglesia tenía que enfrentar otros peligros más graves que la persecución: la mundanalidad, el mal uso del poder, el relajamiento de las pautas morales, la corrupción, la pérdida de visión, el relajamiento del celo evangelizador, el desarrollo de la ideología de cristiandad, y el proceso de institucionalización. A partir de este tiempo, el cristianismo va a ir transformándose en cristiandad, mientras la civilización romana se va a ir convirtiendo en civilización cristiana.
El período de las persecuciones y la oposición estatal había pasado, pero la Iglesia en Occidente paulatinamente se fue institucionalizando como Iglesia del Imperio, acomodándose a sus valores y finalmente imitándolo en su estructura de poder. El cristianismo se insertó en la sociedad de una manera tal que, con todos los cambios que siguieron, jamás se vio seriamente amenazado en Occidente, hasta los tiempos modernos. Esto abrió las puertas a extraordinarias oportunidades, pero también a numerosísimos problemas, fundamentalmente el de la autenticidad de la fe de enormes multitudes cuyas conversiones frecuentemente eran sólo nominales.
Comentarios