01) Introducción

Desde el momento de la creación, Dios eligió trabajar en equipo con el hombre. Las Escrituras nos dicen claramente que Él se ha autolimitado en su accionar aquí en la tierra, para obrar a través del hombre.

A lo largo de la historia vemos que Dios tenía una voluntad específica para cada pueblo y nación, principalmente para Israel, pero aunque tenía el deseo de obrar, el poder para hacerlo, y sabía cuándo era el momento adecuado, nunca actuó sino en respuesta a la oración del hombre.

Ejemplos:

• Moisés oró, y el mar se abrió en dos.
• Elías oró, y dejó de llover durante tres años, y luego oró para que lloviera nuevamente.
• Jeremías profetizó que el exilio de la nación de Judá duraría 70 años… Pero recién cuando Daniel dobló sus rodillas en intercesión por su pueblo, Dios actuó a favor de su liberación.

Como hijos de Dios, podemos trabajar en equipo con Dios y una de las formas más poderosas es a través de la Oración. Juan Wesley dijo: “Dios no hará nada en la tierra sino en respuesta a la oración con fe”. Para que se cumplan los sueños y propósitos de Dios para nuestras vidas, congregación, ciudad, nación y el mundo entero hay un requisito indispensable: la oración.

En estos tiempos finales es indudable que el Espíritu Santo ha convocado a la iglesia a orar. En cada continente, en cada país y ciudad de los cuales tenemos noticias de que Dios está obrando, que la corrupción y la violencia están mermando, y en que miles vienen a los pies de Cristo hay un común denominador: La Iglesia se ha puesto a Orar.