01) Introducción
Si quisiéramos resumir en pocas palabras el verdadero propósito de un cristiano aquí en la tierra, sin dudas nos enfocaríamos en el llamamiento de Jesús a Pedro y Andrés en el mar. Jesús les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres” (Mateo 4.19 DHH). Lo particular de esta escena es que ellos eran pescadores de oficio.
Si usted es un amante de la pesca, tal vez haya tenido un inicio similar al del personaje de la siguiente historia de la vida real:
Cuando era muy niño, alrededor de mis 6 años, tuve una experiencia muy particular. Estaba viajando en un colectivo que iba casi vacío junto a mis hermanos y nos dirigíamos a la Escuelita Dominical (así se llamaba en esos días). De repente vi que debajo del asiento de adelante había un billete ‘rojo’ que estaba hecho un bollo. Lo levanté y descubrí que en realidad eran 3 billetes rojos de $10 [no sé de qué moneda] que inmediatamente guardé en mi bolsillo. Ahora, yo era un niño rico! Pensé cómo gastaría esta fortuna que me había encontrado y como siempre había anhelado tener una caña de pesca importante, al día siguiente le pedí a mi mamá que me acompañara a un negocio de pesca para adquirir un equipo. Deje los $30 en el negocio y salí con una caña, 100 mts. de tanza de 1 mm. de espesor (gruesísima), una boya para mojarras y 1 anzuelo para tiburón (el vendedor todavía debe estar riéndose de ese niño).
Llegué a mi casa, armé la caña, le ‘até’ una lombriz a ese semejante y pesado anzuelo y me fui de pesca. ¿A dónde? Al resumidero del patio de mi casa.
¡Mi fantasía era que allí había gran cantidad de peces que no se dejaban ver!
En esta lección vamos a descubrir algunos aspectos de la vida espiritual que Jesús escogió ejemplificar con la pesca. Y al igual que los discípulos, Jesús nos llamó a cada uno de nosotros a ser: ¡Pescadores de hombres!
¿Te has puesto alguna vez a pensar en este llamado con promesa?
¿Qué tipo de peces, y con qué cañas has tratado de pescar últimamente?
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