
Uno de los motivos por los cuales los padres tienden a rehuir de la disciplina corporal se debe a no tener una buena comprensión de lo que es y lo que no es. Disciplinar a los hijos equivale a darles una cantidad medida de dolor en estrecha asociación con algo que hicieron mal. El motivo porque la disciplina corporal suele ser criticado y es cierto que los padres suelen descontrolarse cuando sus hijos se portan mal.
Un informe publicado por el American College of Pediatricians [Colegio Norteamericano de Pediatras] en 2007 hizo una distinción útil entre la disciplina corporal (nalgadas) adecuado e inadecuado, describiendo la nalgada disciplinaria como «físicamente no perjudicial diseñada para modificar la conducta» y el abuso físico como «un perjuicio no-accidental infligido por un padre o tutor».
Hay una gran diferencia entre dañar físicamente, abusar de un hijo y una cantidad medida de dolor que es administrada por un padre amoroso. Un padre que ama a sus hijos, que está involucrado en la vida del hijo, ha de administrar la disciplina con amor y con el propósito de modificar la conducta del niño.
Además de la actitud del padre, que es amor, y el grado del dolor, que es medido, la postura física del padre también resulta de importancia. Mientras que una persona enojada o abusiva tenderá a estar por encima del hijo, la disciplina correctiva exige un contacto a nivel visual. En el proceso el padre debe comunicar amor al hijo. Una forma clave de lograrlo es bajando a su nivel para abrazarlo. Y por supuesto, orar con el hijo al final.
Si no puedes orar, entonces probablemente has disciplinado de modo incorrecto.
Para ser claros, la disciplina corporal no es la única forma de disciplina que utilizamos en nuestro hogar; a menudo se nos pide hablar más de esto que de otras formas de disciplina porque suele mal
entenderse y mal implementarse. Dejamos de usar la disciplina corporal cuando nuestros hijos crecieron (fue diferente para cada uno, pero por lo general alrededor de los nueve o diez años). Para
ese entonces comprendían que toda disciplina, aunque causara cierto dolor, era para su bien.
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