“Los que viven al amparo del Altísimo
encontrarán descanso a la sombra del Todopoderoso.
Declaro lo siguiente acerca del Señor:
Solo él es mi refugio, mi lugar seguro;
él es mi Dios y en él confío.
Te rescatará de toda trampa
y te protegerá de enfermedades mortales.
Con sus plumas te cubrirá
y con sus alas te dará refugio.
Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección.”
Podría haber copiado el Salmo 91 completo, porque cada una de sus palabras se ajusta perfecto a lo que estamos viviendo. De hecho, sería buenísimo si hoy pudieses buscarlo, leerlo completo y usar sus palabras para buscar a Dios. Elijo los primeros 4 versos para darte un empujón.
Este Salmo habla de una realidad: en la vida hay momentos complicados. Y para decirlo usa diferentes imágenes: trampas, enfermedades, miedos, terrores, catástrofes, etc. Es una realidad que todos conocemos, y que en estos días pareciera ser más real que nunca. “No le tengas miedo a la enfermedad que acecha en la oscuridad”, dice el versículo 5, y podría estar sacado de cualquier reporte de noticas de los últimos meses.
Pero el autor no se detiene en hacer una descripción de una realidad que no nos resulta novedosa. Esta escritura no tiene una función descriptiva. Tiene una función tranquilizadora. Porque a cada una de las imágenes que usa para pintar la realidad, la confronta con una imagen mucho más poderosa. Habla de trampas, pero habla también de rescate. Habla de enfermedades, pero también de protección. Habla de terrores y de catástrofes y usa la imagen más tierna que pudiera ocurrírsenos para contrarrestarla: estamos como pollitos refugiados debajo de sus alas.
“Sí”, parece decir el autor, “el momento que estás viviendo puede ser muy complicado, desalentador, y atemorizante. Pero si lo estás viviendo en Dios, tenés un amparo, un descanso, un refugio, un lugar seguro.“
Lo que más me gusta de este Salmo es la manera en la que termina el versículo 4, fíjate: “Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección.” Frente al bombardeo constante de malas noticias, unas reales y otras no tanto, lo que nos mantiene seguros es la verdad de las promesas de Dios. Cuando sentimos que se nos contagia la incertidumbre, la desazón, el miedo por lo que vendrá, cuando nos vamos a dormir con un sabor medio amargo, Dios nos invita a recordar sus promesas.
Mirá cómo termina el Salmo:
“El Señor dice: «Rescataré a los que me aman;
protegeré a los que confían en mi nombre.
Cuando me llamen, yo les responderé;
estaré con ellos en medio de las dificultades.
Los rescataré y los honraré.
Los recompensaré con una larga vida
y les daré mi salvación».”
Eso es lo que yo llamo un Buen Escudo.
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