Lección 1, Tema 1
En Progreso

II. Un miembro del cuerpo (12.3-8)

En 1 Corintios 12 hallamos la misma verdad de que se habla en estos versículos, que el creyente es bautizado por el Espíritu en el cuerpo y le es dado un don (o dones) para usarlos para el beneficio de toda la iglesia. Hay un «cuerpo universal» formado por todos los creyentes en Cristo desde Pentecostés hasta el Rapto; pero también hay el cuerpo local, por medio del cual cada creyente ministra al Señor. La mayoría de las 112 referencias en el NT a la iglesia se refieren a una congregación local de creyentes.

El culto y servicio en el cuerpo local empieza con la entrega personal (vv. 1–2), y luego con una evaluación sincera de los dones espirituales que el creyente posee (v. 3). Pablo no nos dice que no pensemos en nosotros mismos de ninguna manera, sino que no debemos pensar más alto de lo que nuestros dones espirituales garantizan. Si un hombre es llamado para ser pastor, Dios se lo revelará cuando use sus dones en la iglesia. Nuestros dones difieren, pero todos proceden del Espíritu y deben usarse para la gloria de Cristo. Así como somos salvos «por gracia, por medio de la fe» (Ef 2.8, 9), debemos ejercer nuestros dones espirituales «conforme a la medida de la fe» (v. 3) y «según la gracia que nos es dada» (v. 6).

Pablo hace una lista de siete ministerios:

  1. profecía, que se define en 1 Corintios 14.3;
  2. servicio, que literalmente quiere decir «diaconar» (servir) y puede referirse a ese oficio;
  3. enseñanza, de acuerdo a 2 Timoteo 2.1–2, una responsabilidad importante;
  4. exhortación, que significa estimular a las personas a servir y ser fieles al Señor;
  5. el que reparte, lo cual debe hacerse con sinceridad de corazón y por motivos puros (véase Hch 5);
  6. el que preside, se refiere al gobierno en la iglesia local (1 Ti 3.4, 12);
  7. el que hace misericordia, compartir con los que tienen necesidad.

Efesios 4.7–12 describe a las personas dotadas que Dios ha dado a la iglesia; Romanos 12 y 1 Corintios 12 describen los dones que el Espíritu ha dado a los creyentes en el cuerpo local. Es peligroso tratar de servir al Señor con dones que no ha dado; y es también trágico negarse a usar un don para su gloria (2 Ti 1.6). Los doce hombres que se mencionan en Hechos 19.1–7 ignoraban al Espíritu y sus dones; los siete hombres en Hechos 19.13–16 intentaron falsificar los dones que no poseían.

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