Observando el Sermón del Monte

Principios para el Éxito

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Me encanta viajar hasta el lugar y ver, sentarme y escuchar al Señor hablando. Pensaba en el lugar geográfico donde NUESTRO Señor se dirigió a la multitud. Un monte común. No un monte santo, famoso o especial, un lugar común, con gente común. Creo que es al noroeste de Capernaún. Y pensaba en montes, tales como el Sinaí, famoso este por ser el escenario de la recepción de las tablas de la ley. ¡Qué momento!, pero diferente a este monte común, y veo a Dios actuando distinto. En Sinaí Dios baja para dar las tablas a Moisés, en Capernaún DIOS sube al monte, hecho hombre, vestido como uno de nosotros. En Sinaí la gente no pudo subir y se quedo lejos, en este monte la gente estaba cerca de Jesús, mas bien, Jesús se acercó a la gente. Veo a Un Jesús hablando a todos. Podría haber sido una charla privada con sus cercanos, sus discípulos, pero si bien los discípulos estaban, había una multitud escuchando, y no se especifica clases social, nivel cultural o económico, vestimentas, color de piel, nacionalidades o costumbres, SOLO una multitud, hablándonos de lo inclusivo y universal del mensaje de Jesús. Y veo a Un Señor sentado, un Jesús que se toma su tiempo para charlar con ellos, (como lo hace hoy conmigo) sin apuros ni prisas. Pienso que, si este episodio hubiera sucedido en Córdoba Argentina, habría mates por todas partes y al Señor tomando uno conmigo. Sentado, si sentado, no parado ni en un lugar de privilegio, y los que le escuchaban también sentados, DIOS a la altura de los hombres, que maravillosa y divinamente empático nuestro Señor. Cuanto, para aprender de Él, cuanto para imitar y reproducir. Y ahí lo escuchamos, dando las pautas para el camino a la felicidad y a la bendición, una bendición que se basa en el “bien hacer” de Dios para nosotros, y observo que todo lo que Jesús hizo y dijo, todo, absolutamente todo fue, es y será para nuestra bendición. Sigamos escuchándolo hablar, con mucha atención, y dejemos al Espíritu Santo que nos enseñe y nos lleve hacia toda verdad. Maravilloso Maestro, Maravilloso Señor. Nuestro Señor Jesucristo, ¡lo más!.

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