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En Progreso

Notas introductorias a Romanos 6 – 8

La iglesia de hoy necesita desesperadamente enfatizar la santidad práctica en la vida del creyente. Todo cristiano (si en verdad ha nacido de nuevo) vive según se describe en Romanos 5; pero en los capítulos 6 al 8 de Romanos se describe muy poco progreso en los cristianos. Es esencial que comprendamos el significado de esta sección sobre la santificación. No sólo que la comprendamos, sino que la vivamos.

Definición

Santificar quiere decir «apartar, separar». En esencia, no dice nada en cuanto a la naturaleza de algo, sólo su posición en referencia a Dios. El tabernáculo y su mobiliario fueron santificados, apartados para el uso exclusivo de Dios.

La lana, la tela, el metal y otros materiales no eran «santos» en sí mismos, sino que fueron apartados para Dios. En Juan 17.19 Jesús dice que Él se santifica a sí mismo. Por cierto, el Santo Hijo de Dios no tiene necesidad de ser hecho «más santo» que lo que era. Lo que quiere decir es simplemente que Él se había apartado a sí mismo para servir a Dios y, por medio de su acto de salvación, pudo apartar a los creyentes para la gloria de Dios.

En las Escrituras la santificación es triple:

  1. Posicional: el cristiano es sacado del mundo y sentado con Cristo (Jn. 17.16);
  2. Práctica: el creyente tiene victoria día tras día sobre el pecado y crece en santidad y en semejanza a Cristo;
  3. Perfecta: «Seremos como Él es porque le veremos como Él es» (1 Jn 3.1, 2).

A menos que conservemos el mensaje de Romanos 6 separado del de Romanos 7, confundiremos el mensaje de Pablo y perderemos una gran bendición. Esta tabla explica la diferencia entre el mensaje de Romanos 6 y el de Romanos 7.

 

ROMANOS 6

 

ROMANOS 7

 

1. ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde?

 

1. ¿Qué podemos hacer sino pecar cuando nuestra misma naturaleza es tan pecadora?

 

2. Esclavitud al cuerpo de pecado.

 

2. Esclavitud a la ley.

 

3. Estamos muertos al pecado.

 

3. Estamos muertos a la ley.

 

4. Analogía del siervo y el amo.

 

4. Analogía de esposa y esposo.

 

5. El problema de evitar el mal cuando tenemos naturalezas pecadoras.

 

5. El problema de hacer el bien cuando tenemos naturalezas pecaminosas.

 

6. El problema es resuelto al saber que hemos muerto al pecado, considerarnos muertos a la ley y al presentarnos al Espíritu.

 

6. El problema es resuelto al saber que hemos muerto a la ley, admitimos que no podemos agradar a Dios por nosotros mismos y al presentarnos al Espíritu que mora en nosotros.

 

Romanos 7 presenta un problema mucho más profundo que el capítulo 6. Todo cristiano se da cuenta del problema del capítulo 6: que su naturaleza pecaminosa le arrastra y trata de esclavizarlo. Pero pocos cristianos han participado en las experiencias del capítulo 7, darse cuenta con humildad de que somos incapaces, incluso de hacer algo bueno. Muchos cristianos viven bajo la ley: tienen un conjunto de reglas y regulaciones que obedecen religiosamente en la energía de la carne y le llaman «vivir una vida cristiana dedicada». ¡Qué lejos de la verdad! Solamente cuando el Espíritu Santo dirige nuestras vidas desde adentro y obedecemos de corazón hay vida cristiana que honra a Dios.

La carne disfruta de ser «religiosa», tratando de obedecer leyes, reglas y códigos. La cosa más engañosa acerca de la carne es que puede parecer tan santificada, tan espiritual, cuando en realidad la carne está en guerra contra Dios. Romanos 6, entonces, se refiere a la carne que genera el mal; el capítulo 7 analiza la carne que mediante la ley trata de generar el «bien».

Romanos 5 es importante en esta consideración también, a pesar de que en nuestro bosquejo colocamos este capítulo bajo el encabezamiento «salvación». Nótese los contrastes:

 

ROMANOS 5

 

ROMANOS 6 Y 7

 

1. Cristo murió por nosotros

 

1. Morimos con Cristo

 

2. Sustitución

 

2. Identificación

 

3. Cristo murió por los pecados

 

3. Cristo murió al pecado

 

4. Pagó la pena del pecado

 

4. Rompió el poder del pecado

 

5. Justificación

 

5. Santificación

 

6. Justicia imputada

 

6. Justicia impartida

 

La carne: Esta frase no quiere decir el cuerpo en sí mismo, sino más bien la naturaleza del hombre alejado de la influencia y del poder de Dios. Otros términos que se usan para la carne son: el viejo hombre, el cuerpo de pecado y el yo. Es difícil para la gente refinada (incluso cristianos) admitir que en nosotros no hay nada bueno. Todo lo que la Biblia dice respecto a la carne es negativo y hasta que los creyentes no admitan que no pueden controlar la carne, ni cambiarla, ni limpiarla, ni conquistarla, nunca entrarán en la vida y en la libertad de Romanos 6–8. Pablo, el «preeminente fariseo» (véase Flp 3) tuvo que admitir en Romanos 7 que incluso su carne ¡no se sujetaba a las leyes de Dios! Tal vez no hubiera cometido actos externamente groseros de pecado, pero sin duda albergaba actitudes internas que eran contrarias a la voluntad de Dios. La ley de Dios es santa y buena, pero aun una ley santa nunca podrá controlar la carne pecadora.

Esta verdad viene como un choque incluso a creyentes bien enseñados: la vida cristiana no se vive en la energía de la carne, intentando «hacer buenas obras» para Dios. Ningún creyente en la tierra puede jamás hacer nada en la carne que pueda agradar a Dios. Debemos admitir que «la carne para nada aprovecha» (Jn 6.63) y presentarnos al Espíritu antes de que podamos oír a Dios decir de nuestras vidas: «Estoy complacido». ¡Qué tragedia vivir bajo la esclavitud de leyes, resoluciones y reglas, cuando hemos sido llamados a la gloriosa libertad por medio del Espíritu!

Nuestra responsabilidad: La vida cristiana no es algo pasivo, en lo cual meramente «morimos» y dejamos que Dios haga todo por nosotros. Las tres palabras clave del capítulo 6 son conocer, considerar y presentar. Debemos conocer nuestra posición espiritual y privilegios en Cristo, y esto quiere decir dedicar tiempo a la Palabra de Dios. Debemos considerar que lo que Dios dice respecto a nosotros en la Biblia es verdad en nuestras vidas y esto significa mostrar una fe que nace del Espíritu. Finalmente, debemos presentar todo al Espíritu, no sólo en ocasiones, sino siempre. Esto es «andar en el Espíritu».

La vieja naturaleza es fuerte para hacer el mal y, sin embargo, «la carne es débil» (Mt 26.41) cuando se trata de hacer alguna cosa espiritual. Debemos alimentar la nueva naturaleza con leche, carne, pan y miel de la Palabra de Dios, y debemos considerarnos muertos al pecado. ¿Para qué alimentar a un cadáver? No obstante, muchos cristianos alimentan su vieja naturaleza con las cáscaras del mundo, mientras que la nueva naturaleza se muere de hambre por el maná de Dios y por la comunión con Él en la oración. Dios ya ha hecho su parte; nuestras responsabilidades son claras: saber, considerar, presentar.

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