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El Arte de Ser Padres

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  1. 1. La Meta de SER PADRES
    5 Temas
  2. 2. Formar el CARÁCTER
    5 Temas
  3. 3. Aplicar la DISCIPLINA
    5 Temas
  4. 4. Construir RELACIONES
    5 Temas
  5. 5. Entender la IDENTIDAD
    5 Temas
  6. 6. Nutrir la IDENTIDAD
    5 Temas
  7. 7. Prepararlos para la MISIÓN
    4 Temas
  8. 8. El Poder de la FAMILIA
    4 Temas
Progreso de Leccion
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Por Janel Breitenstein

Anoche les grité a mis hijos.

Comenzó antes de que el enjuague bucal se derramara por todo el suelo, mis pantalones y mi blusa nueva.

Que yo tenga un problema con la ira (principalmente ira hacia los niños)y la falta de control emocional no es algo que haya guardado en secreto. Pero aún resulta dolorosamente destructivo en mi propio hogar: «La mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye» (Proverbios 14:1).

De modo que cuando mi pulso había bajado a un rango adecuado y determiné que el enjuague bucal apenas me había mojado, convoqué a todos los niños a nuestro pequeño sofá. Algunos tuvieron que arrastrase fuera de la cama. Se me amontonaron como cachorritos. Y nuevamente tomé el tiempo (como tengo que hacerlo con frecuencia), para disculparme con ellos y pedirles perdón. Luego, los dirigí en oración y arrepentimiento con Dios.

Era lo que todos necesitábamos.

Le agradecí a mis niños por perdonarme (también es una cualidad buena para practicar) y terminé haciéndoles cosquillas y riéndonos a carcajadas. Al salir más tarde de su cuarto a oscuras, aullé de
dolor luego de tropezar con un enchufe eléctrico que alguien había dejado en la salida. Mi segundo hijo se apresuró en darle al blanco: «¿Aún me amas?». Se cayó a la cama riéndose.

Nada de esto, me temo, anula lo que hice.

Quisiera poder eliminar mi eruptiva falta de autocontrol, o el modo en que me transformo instantáneamente en una sargento mandona. Hubiera querido borrar lo que modelé ante mis hijos.
Pero lo que aún quedaba en mi poder eran dos palabras. Lo siento.

Una familia que practica el arrepentimiento mantiene «cuentas cortas», disculpándose rápida y sinceramente. El punto de disculparme con mis hijos aun cuando están castigados no implica
minimizar sus faltas. Deben criarse conociendo mi confesión voluntaria como la norma, para que comprendan que mamá necesita un Salvador al igual que ellos. Ser consciente de la viga en
mi ojo (aunque mis hijos o mi esposo sean los ofensores) es un mandato bíblico (Mateo 7:1-5).

Así que toma un paso más, inclusive, que aquellas dos palabras críticas. De forma deliberada pide perdón y luego humilde y verbalmente diles que los perdonas: «Quiero que sepan que los perdono completamente y sé que Dios los perdona también».

Supongo que puede sonar un poco raro cuando no estamos acostumbrados a emplear dicho lenguaje en nuestras casas, pero ese es mi punto, ¿debería serlo? Llámenme idealista, pero me gustaría que estas palabras de Cristo sean la norma, una oportunidad de aplicar el evangelio a mí misma y a mis seres
queridos de forma cotidiana.

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