"No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" Mateo 6:19-21.
Comenzaré haciéndote una pregunta personal: ¿Cuál es tu tesoro? Todos tenemos uno, el tesoro es aquello que tiene mucho valor y consideración. Es algo a lo que le dedicamos nuestro tiempo y atención. Puede ser algo material, el dinero, o bien un deporte, un hobby, el trabajo, la profesión, o aun los hijos o la familia.
Cuando era joven tenía un tesoro: me gustaba mucho ir a la cancha a alentar a mi equipo favorito; mi padre me había inculcado esta pasión desde pequeño y era un verdadero ritual cada fin de semana. Llegué a ser tan fanático de ese equipo que, si no ganaba, me iba a dormir muy apenado. Incluso pasé noches sin dormir, sin dejar de pensar que al otro día mis amigos se iban a burlar de mí.
La Palabra de Dios expresa que podemos hacernos tesoros en la tierra que indudablemente son pasajeros, y a la vez inciertos, hoy están y mañana puede ser que no estén más. Pero hay otros, que tienen mayor valor, que son eternos. Son aquellos que hacemos en el cielo. La Biblia dice que el Reino de Dios es como un tesoro, y al encontrarlo todo lo demás ya no tiene tanto valor, ya que es superior a todo. Jesús es nuestro gran tesoro y nuestro corazón solo está en Él.
Meta del día: busca tesoros en el corazón de Dios.
Lectura Bíblica